26 de mayo de 2007

Razones para mi primer camino


Caminante no hay camino, se hace camino al andar
...Así de tajante y realista es el poeta. Me gusta el verbo “andar”. Quien se niega a vivir anclado a cualquier lugar no tiene otro remedio que ejercitarse recorriendo el camino con la curiosidad de saber qué hay más allá del horizonte. La historia está plagada de caminantes incansables, cuya conciencia no les dejó nunca acomodarse, desecharon la mediocridad y su mirada fue tan amplia que no dejaron espacio alguno a la cobardía ni al desánimo.


Peregrinos de ayer, de hoy y de siempre. Tal vez esa sea nuestra única y más profunda vocación. Con el equipaje detrás de la puerta por si hay que emprender camino, para no perder el tiempo. Los pies dispuestos para enamorarse de la tierra que pisan con sus luces y sombras. En busca de una meta que merezca realmente la pena, dejando si es preciso jirones de vida por ella. Comenzar una aventura apasionante, con el riesgo de saborear la sal junto con la miel al caer la tarde. Arriesgarse conlleva una mezcla de incertidumbre y esperanza, una duda junto con un sueño, una zancadilla pero al mismo tiempo una mano amiga.

Mientras escribo busco razones para emprender mi primer camino. Soy de los que piensan que las cosas se tienen que hacer por convicción, en coherencia y sabiendo motivos. Llevo en mi vida la experiencia de corretear veredas que sólo trajeron vacío, desgana y mentira. Hasta que un día me hablaron de alguien que dejó huellas marcadas a fuego en el corazón de quienes lo vivieron. Era un peregrino de palabras auténticas, de sonrisas libres, de manos abiertas... mensajero de una buena noticia, sembrador de paz y de armonía. Me hizo abandonar mis veredas y comenzó a ser mi Camino. Un tal Jesús de Nazaret cambió la historia, enderezó mi vida. Desde entonces todo es nuevo, como lo es mi primer Rocío.

La novedad trae la inquietud ante lo desconocido. Soy un poco de todas partes, pero ahora estoy aquí. Luchando, trabajando, sufriendo, esperando, soñando con cada huelvano. Seré un peregrino más en busca de una aldea donde hay una Madre que desea ofrecerme el gran regalo que lleva en sus manos, su propio Hijo. Desde que llegué a esta tierra tenía la sensación que alguien me esperaba, para recogerme en su regazo y susurrarme al oído que no estaba solo. Nunca se podrá describir la seguridad que ofrece la mirada de una madre. Todo fue demasiado rápido. Sus ojos me hicieron peregrino de a pie sin haber hecho aún el camino.



Voy a hacer el camino con la confianza de quien se siente agradecido. Uniré mis pasos a las huellas del simpecado porque mi fe así lo vive. Será un camino nuevo, diferente cada día, porque la vida es una peregrinación diaria hacia la ermita. Caminar con quienes necesitan compañía sin pedir nada a cambio sino sentirse queridos. Descubrir el sentir del creyente a cada recodo, al caer la tarde compartiendo el pan y el vino. Limpiar las lágrimas furtivas de cualquier rostro que aún es capaz de expresar sentimientos cuando se lleva ocultarlos y reprimirlos. Voy a hacer el camino porque quiero amordazar los prejuicios y apostar por la fe de un pueblo que canta a su madre del Rocío. Necesito estar codo con codo disfrutando con mis hermanos la creencia grande de un Dios hecho hombre y de esa Blanca Paloma que anidó en las marismas.

Y cada paso será una oración al cielo del coto para que las estrellas sepan que aún en la noche la luz se llama Rocío, un piropo de esperanza, una plegaria, una sola voz, un solo corazón en continua acción de gracias. Me bautizaré con el firme propósito de ser coherente con lo que creo. Nunca diré soy rociero, sino más bien, estoy en camino de serlo. Porque es fácil ser rociero nueve días, lo difícil pero lo más hermoso es serlo el año entero.

Mis huellas sellarán el compromiso y la medalla en mi pecho será testigo fiel de mis razones para ir a verla. Llevaré conmigo la alegría de los niños, pero también su llanto, su dolor, su hambre, su abandono... Llevaré la rebeldía de los jóvenes porque no creo que la juventud esté perdida, irán conmigo los jóvenes que desean ser ellos mismos y también los que dicen que pasan, algún día retomarán el buen camino. Llevaré el convivir diario de las familias con sus agobios, sus prisas, con esa constante lucha por encontrar el diálogo, la paz, la casa junta. Llevaré también las manos llenas de experiencia de los mayores, de quienes se sienten un estorbo en esta sociedad utilitarista, creo que deben saber que sus sacrificios no han sido en vano y que les estaremos eternamente agradecidos. Conmigo llevaré todos los lamentos de las guerras y abrazaré la ausencia de muchos desde aquel 11 de marzo. No me olvidaré de las heridas silenciosas de mujeres inocentes. Por último irán unidos a mí todos los huelvanos anónimos con sus alegrías, tristezas y esperanzas, tanto los que comprenden el camino como aquellos que se han quedado en la imagen cruel de un Rocío de revista del corazón o en el mal ejemplo de aquellos que han equivocado el camino.


Caminaré con la ilusión puesta en encontrarme con el Pastorcillo Divino, con la sonrisa de su Madre que sabe a marisma, a arenas y olivos. Dejaré a sus pies mi carga y le diré que me siento orgulloso de llevarla. Mi primer camino será el de todos aquellos que se han cansado, han tirado la toalla, viven abandonados a la vera del camino sin fuerzas, esperando que alguien se apiade y vuelva a ser cirineo para cargar la cruz de los desheredados del mundo. Presentaré lo que soy y lo que tengo, mis debilidades y virtudes, para que siga siendo faro de guía. Le daré gracias por mi Hermandad de Huelva, por cada tarde de lunes cuando entorno a una misma mesa volvemos a escuchar de los labios de la Blanca Paloma “haced lo que Él os diga”.

Al atardecer cantaré para mis adentros aquella sevillana que enmarcará para siempre mi primer camino: “Parece que ríe... parece que canta... parece que llora... parece que mira... Por ti Andalucía el lunes pierde el sentío, Paloma del alma mía, Rocío, Rocío, ay, ay”. Luego regresaré de nuevo al camino onubense que huele a albariza, a vinos de solera, a galopar de caballos a bulería. Ese que es el pan nuestro de cada día, el que a luz a la auténtica vida de hermandad, porque irremediablemente tendremos que ser nosotros mismos sin tapujos. Volver con los pies cansados pero llenos de vida, deseosos de no parar nunca mientras haya razones para hacer camino.

Cuando duerman los caminos seguiré despierto, para que nunca caiga en el olvido un Simpecao que lleva el amor del rociero onubense hecho racimo de uvas en los sarmientos de antaño. Cada mañana volveré para hacer camino con quienes piensan que aún motivos para seguir adelante con la cabeza alta, que el hombre no fue hecho para el pesimismo y la desesperanza. Al pasar por tu azulejo señalaré en mi frente la señal de un cristiano y sin prisas pero sin pausas seré peregrino diario de quien llevas en tus manos, Rocío, Señora y Reina que en Santo Domingo tienes una hermandad solidaria, porque de un tiempo a esta parte tu altar se hace comedor benéfico, albergue de rostros que piden sin olvidar dar las gracias. Ven conmigo, Madre, para que nunca me olvide que se hace camino al andar, que el andar es de cristianos y del rociero más. No dejes, Blanca Paloma, que me pueda olvidar de la razón más importante por la que voy a caminar: tu Hijo que es el Camino, la Vida y la Verdad.



¡Viva la Virgen del Rocío!
¡Viva el Pastorcito Divino!
¡Viva la Hermandad de Huelva!
¡Viva esa Blanca Paloma!

No hay comentarios: