11 de mayo de 2007

El oído de María



Hoy, existe una gran crisis en nuestro mundo: se habla mucho y se escucha poco. En el silencio es donde podemos percibir el sonido de nuestra conciencia y el hablar de nuestras almas.

*María, en el silencio, acogió la visita del Angel.

*En el silencio supo contrastar aquellas exigencias que Dios le tenía preparadas.

*En el silencio esperó a Jesús en Belén y, en el silencio, le siguió de cerca y a distancia.

¿Escuchamos con atención la Palabra de Dios?

¿Nos dejamos interpelar por ella?

¿No os parece que, en algunas ocasiones, nos sentamos a la mesa de la Eucaristía sin prestar excesivo interés a lo que el Padre o el Hijo nos dice en el Evangelio?

María, entre otras virtudes, cultivó la de "saber escuchar". Por ello mismo supo distinguir la paja del trigo o el mal del bien.

El tiempo de la Pascua es un momento idóneo para escuchar, desde la alegría de la fe en Jesús muerto y resucitado, el testimonio de los apóstoles. Ellos, que supieron estar y vivir cerca de Jesús maestro, en los momentos cumbres de su pasión, muerte y resurrección, nos ayudan y nos invitan a estar atentos al mensaje de salvación.

Pidamos, con María, que el Espíritu Santo despierte en nosotros hambre de la Palabra de Dios. Que acudamos puntualmente a la Eucaristía para escucharla y que, sobre todo, sepamos contrastar nuestra propia existencia con aquello que Dios nos propone a través de su Palabra.

Ante María, en este día, dejamos la Biblia. Queremos ser oyentes de la Palabra.



ABRE MI OÍDO, MARIA

Que sepa escuchar el lenguaje del silencio

Que sepa escuchar la Palabra de Jesús

Que sepa distinguir, en el ruido del mundo,

el susurro de Dios.

ABRE MI OÍDO, MARIA

Para que como Tú

me abra sin reservas a Dios

Pueda contemplarle haciendo su voluntad

y servirle con corazón sincero

ABRE MI OÍDO, MARIA

Que sea sensible a lo que Jesús me pide

Que no viva de espaldas a lo que Dios me ofrece

Que perciba el soplo del Espíritu Santo

ABRE MI OÍDO, MARIA

Y no sea insensible a la voz de Dios

Y no sea duro al clamor humano

Y no sea sordo al eco del Evangelio

ABRE MI OÍDO, MARIA

Para que, cuando me hable Dios,

le diga sinceramente lo que pienso

Para que, cuando me hable Cristo,

me ponga con El, en camino

Para que, cuando irrumpa el Espíritu,

me deje arrastrar por su fuerza poderosa

ABRE MI OÍDO, MARIA

Para que, cuando en el final de mis días,

Dios me llame, pueda contestarle:

reconozco tu voz, voy corriendo, Señor¡

Amén

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