Si algo irradia, el rostro de María, es serenidad. El rostro de la Nazarena, para nosotros, es afable, importante, y convoca a la fe porque, simplemente, se abrió sin reservas a Dios y aceptó la maternidad de Jesús.
Desde entonces, y han pasado muchos siglos, nuestros pueblos y ciudades, generaciones pretéritas y presentes de cristianos, la han visto como un modelo de referencia para vivir y compartir la misma fe en el Señor que, en María, fue sólida, profunda y verdadera.
¿Qué refleja el rostro de María? El deseo de ser Madre de Jesús
¿Qué nos dice a nosotros? Que, sigue tan vigente en Ella, como en aquel primer día, la indicación de Cristo: "ahí tienes a tus hijos"
En este mes de mayo, nos acercamos a María, porque sabemos que su rostro es una fuente de felicidad que emana de su corazón: DIOS
Cuando uno tiene a Dios en su corazón, la paz y la armonía, brota a borbotones. El rostro de María, en la Pascua, nos hace entender y comprender la alegría del Señor Resucitado.
Hoy, mirando a la Madre, tal vez escuchemos de sus labios: ¡ha merecido la pena sufrir por Cristo!
Dejamos, ante su imagen, la flor de nuestro agradecimiento a María. Ella es Madre espiritual de todos los que queremos avanzar en el conocimiento de los sentimientos de Jesús, de su vida y del compromiso cristiano en medio del mundo.
Anécdota
Peregrinó un devoto de María a un santuario y, viendo a la Virgen sonreir, le preguntó: ¿por qué ríes cuando existe tanto drama en el mundo? María, le contestó: "porque una Madre nunca ha de perder la esperanza de que un día todo pueda cambiar con mi ayuda y con el esfuerzo de todos mis hijos".
EL ROSTRO DE MARIA
Tu semblante, Virgen María,
aún siendo pobre refleja riqueza
Tu rostro, Virgen y Madre,
es libro abierto de gozo y de dolor
Tu semblante, Virgen María,
es compendio de esperanza y de optimismo
Tu rostro, Virgen y Madre,
es dulce por estar tocado por la mano de Dios
Tu Semblante, Virgen María,
ahonda en las raíces profundas de tu corazón
Tu rostro, Santa María,
es surtidor que salta desde lo más hondo de tus entrañas
Tu semblante, Madre nuestra,
es llamada a reservar un espacio para Dios
Tu rostro, Virgen y Madre,
es pantalla de lo que vive tu corazón
Tu semblante, Madre del pueblo,
es fidelidad de tu relación con el Padre
Tu rostro, Santa María,
nos lleva a mirarnos menos a nosotros
y más al Creador.
Sí; Santa María.
No dejes de mirarnos, ni mucho menos de guiarnos,
con la delicadeza y profundidad de tu santo rostro.
Amén.
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