4 de mayo de 2007

Los pies de María


Ponerse en camino es sentirse vivo. Cuando nos visita la suerte (en sus diversas formas) ¿qué solemos hacer? Simplemente, comunicarlo.

María, con los pies polvorientos, se puso en camino hacia la casa de su prima Isabel. Salió de su casa. No le importó nada, aunque el evangelio no lo diga, correr riesgos ni dificultades: ¡se puso en camino y se acabó¡

Los pies de María son dinámicos. Se aventuran a perderse en los amplios caminos de la vida para que, los hombres, conozcamos a Jesús.

No nos podemos instalar en la comodidad. Los pies de María, nos invitan a salir de nosotros mismos. A no cerrarnos en los cómodos muros de nuestros problemas o éxitos, alegrías o tristezas.

Salir al encuentro de los demás (y no sólo de los familiares) es hacerles partícipes de nuestros sueños y de nuestras conquistas, de nuestras inquietudes y también de nuestros fracasos.

No esperemos a que nadie llame a la puerta de nuestro hogar para reclamar o pedir ayuda. La caridad o la delicadeza, cuando surge espontáneamente, tiene hasta más valor.

Presentemos a María, en este momento, la flor de nuestro servicio. Que nuestros pies, lejos de buscar caminos cortos y esquivar miedos, los dirijamos por las sendas que conducen hacia las personas que nos esperan y que, sin nosotros, tal vez no podrán seguir adelante.

TUS PIES, MARIA

Van al ritmo de tu pensamiento: tengo que salir

Caminan con el timón de tu fe

Sorprenden por la rapidez de tu disposición

Avanzan sin tener más horizonte que el llegar para servir.

TUS PIES, MARIA

Apuntan en la dirección que Dios te marca

Corren presurosos para no llegar tarde

Se resienten cuando se detienen,

y sanan cuando peregrinan

TUS PIES, MARIA

No saben estar en propia casa

suspiran siempre otra donde Tú puedas estar

otros a los que tú puedas lavar o curar

TUS PIES, MARIA

No conocen el descanso ni la tregua

siempre están en movimiento

fecundamente avanzan

constantemente se mueven

y sin pereza para dejar tu casa.

¿Cuales es, María, el secreto de tus pies?

¿No será acaso, María, los hermanos que te esperan?

¿No será, María, que no puedes permanecer sin hacer el bien?

¿No será, tal vez, que en los mil detalles es donde Tú disfrutas?

Gracias, María, por venir a visitarme

Como tu prima Isabel

yo también necesito de tus atenciones:

mi corazón anhela una caricia de madre

mis ideas necesitan ser ordenadas

mi cabeza un regazo donde repostar un momento.

Gracias, María, por poner tus pies en dirección a mi humilde casa.

Amén

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