El corazón es el lugar donde, entre otros, guardamos los secretos más íntimos. Es en el corazón donde sufrimos y gozamos, donde disfrutamos y lloramos, desde donde odiamos o nos volcamos amando.
El corazón de María, palpitando en medio de la Pascua, sigue rebosando alegría por la presencia de Jesús Resucitado. Pero, también es verdad que con el anuncio del anciano Simeón, la Virgen preparó su corazón a los contratiempos (en crueles espadas) que la vida y muerte de Jesús de Nazaret, le proporcionó.
Una de las flores que más le gusta a nuestra Madre es, precisamente, el ofrecimiento de nuestro corazón para Dios.
Nunca como hoy tenemos tantas casas y, nunca como hoy, personas que viven sin techo.
Nunca como hoy vivimos tan juntos y, nunca como hoy, marcados por la soledad.
Nunca, como hoy, tan lleno de cosas y con la sensación de que nos falta algo.
Pidamos a María que, en este mes de mayo, y animados por el espíritu pascual, pongamos el corazón en lo que hacemos y en lo que decimos. Pero, sobre todo, que en este mes de mayo inundemos nuestras entrañas con lo que fue grande y decisivo en María: JESUS.
TU CORAZÓN, MARÍA
rebosa agradecimiento.
Tu corazón, María,
desborda de felicidad.
Tu corazón, María,
se siente engrandecido por la presencia de Dios
Tu corazón, María,
ama incluso a aquellos que no te aman
¡Danos, María!
Un corazón sencillo
para acoger a Dios
Un corazón noble
para sincerarnos con El
Un corazón alegre
para sembrar la ilusión
Un corazón desprendido
para no mirarnos a nosotros mismos
Un corazón conciliador,
para no cerrarnos a los que nos rodean
Y, si por lo que sea,
ves que nuestros corazones
están cerrados con potentes candados:
ven a nuestro encuentro, María,
y rompe los eslabones que nos impiden ser libres.
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