26 de abril de 2007

Wang y el dragón




Wang era un pequeño niño campesino de China que encontraba gran placer ayudando a sus
padres en las plantaciones de arroz.

Un día, de pronto, dejó de llover. Los ríos y los pantanos empezaron a secarse, y Wang supo que si
a los arrozales de sus padres les pasaba lo mismo, el hambre no tardaría en llamar a la puerta.

“Padre- dijo un día- , déjame ir a la ciudad para ganar algún dinero”.

Ardía en deseos de ayudar a su familia, y aunque a su padre no le gustaba la idea, finalmente lo
dejó marchar, porque al menos en la ciudad podría ganarse la vida.

Horas después de haber emprendido el camino, se encontró con un anciano que llevaba un bulto
al hombro.

“Déjame ayudarte” –le dijo Wang tomando el bulto.

El viejo estuvo muy agradecido, y siguieron juntos la ruta. Al poco tiempo el cielo se llenó de
relámpagos y el sonido de los truenos ensordeció a Wang, quien miró asustado al anciano.

“No te preocupes” –contesto el viejo-. “Son mis dragones. Has sido bueno y solidario conmigo y quiero que los conozcas. Soy un poderoso mago. Ya verás como manejo los truenos y las lluvias”.

Y diciendo esto, lo llevó hasta un par de barriles enormes en los que dos dragones echaban fuego por las narices y armaban un gran alboroto.

“Estos son”. –Y ahora dime dónde quieres que llueva”.

“En la región de mis padres”.

El mago le pidió que subiera a uno de los barriles y Wang notó enseguida que estaban llenos de agua. El barril se elevó como un globo mientras el dragón bufaba y llenaba el cielo de destellos con su lengua de fuego. En cuanto reconoció las plantaciones de arroz de la región de sus padres, Wang empezó a lanzar agua a manos llenas. Estaba tan entusiasmado que no se dio cuenta de que el mago y el dragón habían desaparecido, y se encontró frente a sus padres, completamente mojados y felices de que hubiera llovido.

Una vez en casa, Wang les contó sus aventuras y ellos lo escucharon maravillados y orgullosos.

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